jueves, 9 de abril de 2015

LEER JUNTOS

El martes, 24 de marzo, en la biblioteca del instituto, nos reunimos de nuevo para comentar la lectura del mes de marzo.
Hablamos de la novela “Monasterio” de Eduardo Halfon. A todos nos impresionó y nos hizo reflexionar sobre el tema de la intolerancia religiosa y la búsqueda de la propia identidad.



jueves, 26 de febrero de 2015

BASES 4º CONCURSO POÉTICO IES RAMÓN J. SENDER



La Biblioteca del IES Ramón J. Sender, dentro del Programa Poesía para Llevar. Leer juntos Poesía
os  invita a participar en el

4º CONCURSO POÉTICO IES RAMÓN J. SENDER

Con el objeto de fomentar entre los jóvenes estudiantes, sus familias y el personal vinculado a este Centro Educativo la creación literaria, se convoca la cuarta edición con arreglo a las siguientes

BASES:

1. Podrán participar todos los miembros de la comunidad educativa del IES Ramón J. Sender durante el presente curso académico.

2. Se establece una única modalidad: POESÍA. La extensión máxima de la composición no debe superar los 25 versos.

3. Los trabajos podrán estar escritos en castellano, catalán o inglés.

4. El tema de los trabajos es LIBRE.

5. Se podrá presentar un único trabajo por participante.

6. Los trabajos deberán ser inéditos y originales.

7. Presentación: los trabajos irán firmados con seudónimo o lema. Se presentarán dos copias del trabajo junto con un sobre en el que se incluirá una hoja de datos del autor o autora: nombre, apellidos, dirección, teléfono, curso y grupo.

8. Se establecen las siguientes categorías:
- Categoría 1: 1º, 2º,  3 º ESO y 1º Diversificación
- Categoría 2: 4º ESO, 2º Diversificación  y Bachillerato.
- Categoría 3: Personas adultas: familias, profesorado, y demás miembros de la Comunidad    Educativa.

9. Los premios consistirán en libros de poesía.

10. Los trabajos se entregarán antes del 13 de Marzo, en la biblioteca.

11. El jurado estará compuesto por los integrantes del grupo de biblioteca.

12. El fallo del jurado será inapelable y podrá declarar los premios  desiertos. El resultado se hará público el 27 de marzo.

13. Los originales premiados quedarán en poder del instituto, que podrá reproducirlos y utilizarlos libremente.
 
14. La participación en este concurso implica la aceptación de las bases.

15. Los trabajos ganadores representarán  al I.E.S. Ramón J Sender  en el concurso que se celebra entre los veintiún institutos  que participan en la actividad  Poesía para llevar.

lunes, 23 de febrero de 2015

LEER JUNTOS

Mañana martes 24 de febrero a las 21'30 h. nos reunimos en la biblioteca del instituto para comentar la novela "Canciones de amor a quemarropa " de Nickolas Butler.


jueves, 15 de enero de 2015

LEER JUNTOS


El próximo martes 27 de enero de este nuevo año recién estrenado, nos reuniremos de nuevo en la biblioteca del instituto para comentar la novela Intemperie de Jesús Carrasco.




viernes, 9 de enero de 2015

NUESTROS MEJORES RELATOS DE TERROR

         RELATOS FINALISTAS EN EL 2º CONCURSO DE RELATOS DE TERROR



                                                LA VENGANZA DE ZOE

Zoe es una chica de 13 años. Vive en una casa rodeada de bosque, en las afueras de una pequeña ciudad. Siempre coge su bicicleta para ir al instituto, ya que éste, se encuentra lejos.

Un día por la mañana, Zoe sale de su casa. Es principios de Noviembre, hace mucho frío y una espesa niebla cubre el paisaje. Coge un pequeño camino que llega hasta la solitaria y estrecha carretera, por la que también circula muy deprisa un todoterreno en sentido contrario. De repente, Zoe ve que el coche se le viene encima. Instantes después, todo es confuso. Ve su cuerpo cubierto de sangre, tendido en el suelo y junto él ve al conductor del todoterreno que, desesperado, la oculta en el bosque y huye. Entonces Zoe es consciente de que ha muerto.

Unos kilómetros más adelante el conductor del todoterreno decide olvidar lo que ha hecho y sigue su camino. Al poco rato, por el retrovisor, le parece ver una pequeña luz roja como las que utilizan las bicicletas. En un principio, se asusta, pero piensa que es una tontería y sigue conduciendo. Sin embargo, la luz vuelve a perseguirle. Baja del coche, mira a su alrededor y no ve nada. Creyendo que son imaginaciones suyas continua. Minutos después, siente un escalofrío al ver pasar una bicicleta. Piesa que no tiene sentido y lo ignora otra vez. Al momento, aparece de frente Zoe, ensangrentada montada en su bicicleta. El conductor del todoterreno da un volantazo y se estrella contra un árbol. Ahora todo es confuso. El cobarde conductor observa horrorizado su cuerpo ensangrentado, en el interior del coche.



                                                                                            Sara Risco Amigó  2º ESO


                                                            NADIE

Era uno de esos días que te encuentras un poco añorado y decides volver a tu pueblo para ver a tu familia y amigos. Al día siguiente era el día de Todos los Santos. Acompañaría a mi madre al cementerio como todos los años. Cogí mi coche y me dirigí dirección sur hacia Anksburg. Conduciendo se me hizo de noche.

Empezó a llover muy fuerte. La carretera ya estaba medio anegada de tanto que llovía y los otros vehículos pasaban arrojando agua hacia los costados, mientras el limpiaparabrisas del mío era derrotado por la pared de agua que chocaba contra el camino. Para no hacer el trayecto tan aburrido sintonicé mi emisora favorita. Pocos minutos después vi el cartel de mi pueblo. De repente la radio se apagó. Pensé que la causa sería la edad del coche y eso me tranquilizó. No era muy tarde cuando llegué a la zona suburbana donde antiguamente vivían mis padres. Ellos me habían dejado su vieja casa para cuando viniese de visita. Hacía ya unos cuantos meses que no volvía a Anksburg.

Me parecía como si las viviendas de allí estuvieran abandonadas. Encontraba

muy extraño que no hubiese nadie por las calles y que todas las tiendas estuvieran cerradas. De repente, un rayo iluminó gran parte del edificio. Bajé del coche y atravesé la vereda y el patio. Abrí la puerta y saqué todo mi equipaje. Decidí llamar inmediatamente a mis padres para anunciarles mi llegada. Ellos no me contestaron.

Hice lo mismo con mi mejor amigo y tampoco. Paró de llover y salí. Recorrí las calles y no encontré a nadie. Fui al piso de mi amigo y nada. También al de mis padres.

Llamé un par de veces aporreando la puerta. No contestó nadie. Me sentía solo, angustiado. Me preguntaba dónde estaba la gente. No me lo podía creer. Volví a casa y decidí relajarme e irme a dormir. Quizás mañana hallaría la respuesta.

Al día siguiente me desperté con un gran alivio. Todo había sido una pesadilla.

Enseguida fui a desayunar y seguidamente a dar un paseo. Se respiraba mucha paz... Quizá demasiada... Llegué a la rambla, un lugar tradicionalmente muy bullicioso. Y allí no había nadie... ¿Nadie?... ¡¡Nadie!!... ¡¡¡NADIE!!!


                                                                                Anna Labat Bagué 2º ESO  



                                                           LA PLUMA

 Julia era una niña muy caprichosa. Una de sus últimas compras de otoño fue una pluma que estaba en el escaparate de una vieja tienda de antigüedades. Parecía un imán, tenía algo irresistible que hacía que cada día que iba al colegio tuviese que parar a mirársela. Como de costumbre sus padres se la compraron.  Esa pluma tenía algo especial que aún no sabía bien lo que era.  Cuando llegó a casa la dejó encima de su mesa como si fuese un trofeo más.  Ya tenía lo que quería. 
Al día siguiente, cuando Julia se despertó, vio encima de su escritorio un dibujo en el que se podía ver a una niña muerta, tumbada en una carretera.  La cara le resultaba familiar, pero no podía relacionarla con nadie.  Mientras se duchaba le vino un flash y asoció el dibujo con Ana, una niña de su colegio que siempre estaba sola.  Se asustó y empezó a preguntarse quién habría hecho el dibujo.  Al llegar al colegio no vio a Ana y sus compañeros de clase estaban cuchicheando con caras de preocupación.  Julia imaginó de qué hablaban pero quiso asegurarse y preguntó qué había sucedido.  Todo lo que se sabía coincidía exactamente con el dibujo que se había encontrado en su habitación.
La pluma seguía dibujando y Julia cada día se encontraba con la imagen de una muerte.  Decidió deshacerse de la pluma.  Quiso devolverla al anticuario, pero al ir a la tienda se encontró una casa abandonada. Los vecinos le dijeron que en la casa no vivía nadie desde hacía unos diez años.  Cuando llegó a casa la intentó romper, pero no podía. Decidió tirarla al fuego.
Al irse a dormir se encontró la pluma encima de su escritorio con un dibujo de su cara. Empezó a gritar y las puertas del armario empezaron a abrirse y cerrarse golpeándose fuertemente.  La luz se apagó y sin saber cómo, a Julia se le ocurrió una idea.  A oscuras corrió hasta su mesa y cogió la pluma,  la desenroscó y quitó la tinta.  De repente las puertas dejaron de golpear y volvió la luz.  Su dibujo había desaparecido.  La maldición de la pluma había acabado.
                                                                                          Silvia Arellano García 2º ESO 




                                                         LLANTO INFERNAL

La angosta niebla cubría el cielo de esta oscura ciudad. El otoño había dejado los árboles desnudos ante el frío ya casi invernal. La gente se preparaba para el día de Todos los Santos, en el que tendrían que hacer una visita obligada a aquellos que por alguna razón u otra, tuvieron que abandonar este mundo.
Las floristerías no daban para tanto. Colas larguísimas, casi inacabables. Comprar una corona, unas flores o incluso unas velas para adornar las tumbas de los familiares era muy difícil. Yo estaba en una de esas interminables colas. A las siete tenía que estar en el cementerio. Eran las seis y media. El cielo estaba cambiando su semblante. Si llegaba más tarde de las siete, no me daría tiempo a dejar las flores, limpiar la tumba y recordar, como todos los años, a todos aquellos familiares que no están conmigo.
A las siete y cuarto partí hacía ese lúgubre lugar. Las farolas de la calle iniciaban su trabajo útil, como cada día, tras la caída del sol. Tenía miedo. Era de noche y debía entrar. Dejé mi coche en el parking. Solo había dos vehículos más y uno era el del enterrador. El camposanto cerraba a las ocho. El reloj marcaba las siete y media. No tenía tiempo para hacerlo todo, y en un intento de acelerar la marcha, entré rápidamente. Busqué corriendo la tumba. No me acordaba donde estaba. Miré y volví a mirar varias veces en todos los pasillos. No estaba. Me había perdido. Además la niebla no dejaba ver a más de dos metros. Lo único que se entreveía era la tenue luz de las múltiples velas que parpadeaban al ritmo del viento. Me dirigí al lugar donde solía encontrarse el enterrador para que mirase en el archivo donde se encontraba mi difunta tía.
El enterrador no estaba en ninguna parte. Intenté huir. Deshice todos los pasos hasta llegar a la puerta. Estaba cerrada. Eran las ocho y un minuto. Me horroricé al ver que el móvil no tenía cobertura en ese lugar apartado de la civilización. Intenté, con todas mis fuerzas subir a distintos sitios para conseguir algo de cobertura o conexión de algún tipo y probé, en un último intento saltar el muro. Era demasiado alto. No había manera de escapar. Era uno de noviembre y tendría que permanecer una noche entera en el cementerio. No me lo podía creer, estaba viviendo una de mis peores pesadillas.
No se veía nada. Prendí fuego a un ramo de flores con el mechero que llevaba en el bolsillo derecho de mi chaqueta, con la que ya no podía ni protegerme del frío. Estaba temblando de miedo.
Busqué un lugar en el que pasar la noche, el suelo crujía a cada paso que daba. Pensaba que no podía estar peor. Me equivocaba: empezó a llover. Tiré las flores al suelo. No había ningún sitio en el que salvaguardarse de la lluvia. La única forma era entrar en un mausoleo. No había otra opción. Intenté forzar la puerta de un mausoleo cercano a la entrada del cementerio. Puse todas las fuerzas en ello. La puerta era robusta. No pude conseguir abrirla.
Me senté en el suelo, el agua atravesaba muchas veces la chaqueta, que utilizaba a modo de paraguas. Me dormí.
Me despertó el calor. ¿Qué calor? Mi cerebro se activó cuando vio las llamas. El camposanto estaba ardiendo. Eran las doce de la noche. Nadie se daría cuenta del incendio hasta horas después. Me encontrarían calcinado. Era el fin. Fui a por una manguera de riego que se utilizaba habitualmente para limpiar el suelo. Luché contra las llamas que habían ya consumido prácticamente todo ese lugar.
Llegaron los bomberos, alertados por un vecino que volvía como cada noche del trabajo. Al entrar me vieron, tumbado inconsciente en el suelo y me socorrieron. Estaba a salvo.
Como en muchas otras ocasiones, el origen del fuego estaba en una vela.
Desde aquél día, todas las noches oigo las voces de los difuntos atrapados que piden auxilio entre las llamas de un camposanto que ya no existe, ha desaparecido fruto de la combustión. Cada día me persigue el recuerdo de una experiencia que me marcó completamente. Recuerdo cada día, como si fuera ayer el agua de lluvia recorriendo todos los poros de mi piel. Y nunca me podré deshacer del olor a quemado, que me sigue a todas partes. Nunca más volveré a entrar en un camposanto. Hasta el día final.
Adrián Soler, 4º de ESO.


ISABEL

Era una fría tarde de otoño. Isabel regresaba a su casa tras haber pasado la tarde con su abuela. Hacía mucho, mucho frío, como cada año en esa época. Vivía en un lugar muy al Norte, donde los inviernos eran tan fríos que nadie se atrevía a salir de casa. Había decidido tomar el camino del bosque, porque estaba nevado y le gustaba el ruido que hacían sus pies al pisar la nieve. Ya casi había llegado a la mitad del camino cuando oyó ese sonido que tanto le agradaba: pisadas en la nieve.
Lo único que se le ocurrió a su mente infantil fue esconderse y quedarse quieta para escuchar los pasos. Entró dentro de un tronco hueco y se acurrucó. La verdad es que estaba bastante cómoda.
Y entonces vio al caminante. Por algún motivo no se sorprendió al verle. Era un hombre, bastante bajo, vestido con una larga túnica harapienta negra y sospechosamente delgado. Una capucha le cubría la cabeza por completo. Iba algo encorvado, pero no demasiado. Caminaba lento, pero sin detenerse. Sus pies y sus manos, la única parte visible de su cuerpo, eran muy pálidos y flacos, casi esqueléticos.
Pero lo más espeluznante de todo era lo que llevaba en sus manos. En una mano sostenía un libro grande, con las tapas muy gruesas y medio rotas y las páginas amarillentas. Parecía increíblemente viejo, pero aun así tenía aspecto majestuoso. Como si fuese de vital importancia. En la otra mano tenía una guadaña enorme. La hoja relucía con el brillo blanco que reflejaba la nieve. Era casi increíble que una persona tan delgaducha pudiese aguantar un arma de tales dimensiones. Aunque a Isabel no le dio miedo este personaje. No parecía tener malas intenciones.
El personaje abrió su gigantesco libro por la primera página. En ella estaba escrito, en letra muy grande y a mano, el nombre de Isabel. Giró lentamente el cuello y miró a un lado y a otro, como buscándola. La niña seguía escondida dentro del tronco, observando al hombrecillo. Todo esto le resultaba incluso gracioso, que no estaba al corriente de leyendas ni supersticiones. Cualquiera en su sano juicio se hubiese aterrorizado.
Se acordó de que tenía que ir a casa. Pero haría mucho frío de camino, pensó. Estaba muy bien acurrucada en ese árbol. Escuchaba el sonido de los pasos, que se iban alejando. Le resultaban relajantes. Relajantes hasta el punto de ir cerrando los párpados, hacerse un ovillo y dormirse. Con el frío que hacía. Tanto frío. Se durmió de todos modos. Volveré a casa más tarde, pensó.
Aún no ha vuelto.
Luís Orús Calvet. 4º ESO

jueves, 18 de diciembre de 2014

ESTAMOS LEYENDO


 EN 1º DE LA ESO

La música del viento, de Jordi Sierra i Fabra es una historia entretenida, nos cuenta un hecho que ocurrió en la India. Unos turistas españoles, que viajaron de vacaciones a ese país compraron unas alfombras. En una de esas alfombras había un mensaje de socorro. Ese mensaje estaba escrito en inglés y era de un niño llamado Iqbal. Iqbal trabajaba con otros niños en un taller cosiendo alfombras y eran tratados como esclavos.

Un periodista, Alberto Semadelll, decide viajar a la India para buscar al niño e intentar ayudarlo.

Alberto viaja al lugar donde trabajaban los niños, pero  se encuentra con una desagradable sorpresa…
Yasmina Isufova
 
 
 

UN PASEO POR EL TERROR

 
 
 
 
Este martes, 16 de diciembre, nos reunimos en el salón de actos del centro para realizar una actividad que titulamos "Un paseo por el terror". En un marco otoñal (pese a las fechas en que nos encontramos) nos situamos en las proximidad de Todos los Santos y escuchamos los cinco relatos finalistas del II Concurso de Relatos de Terror.
Tras una introducción musical, "La pantera rosa" interpretada por dos alumnas clarinetistas, cada alumno finalista leyó su propia composición. También intervinieron un grupo de alumnas del primer curso de la ESO que nos bailaron una danza terrorífica que contribuyó a crear un atmósfera lúgubre. Además, una alumna de tercero interpretó la canción Zombie de Cranberries.
Finalizamos el acto con la entrega de un detalle a nuestros futuros escritores de novela de terror.
 
 
Aquí os dejamos unas imágenes de la actividad.